Capilla fundada en los últimos años del s. XVII, dedicada a los santos Cosme y Damián, se llamó “capilla de los médicos”. Está situada en el lado norte de la nave de la iglesia.
En la edificación primitiva esta capilla no existía, el espacio era parte del patio norte. En el muro correspondiente entre los contrafuertes, se abría una puerta románica, que puede apreciarse en el plano del Padre Tosca de 1704. En el interior, sobre la puerta, se hallaba instalado el órgano gótico, tal y como se describe en una de las actas del Visitador de la Orden Sanjuanista; aún pueden apreciarse las ménsulas y huecos de las vigas que lo sostenían.
Durante los últimos años del s. XVII y primeros del XVIII, la iglesia sufrió una remodelación al gusto de la época. Se construyó en este espacio una capilla con bóveda barroco-neoclásica. En ella había un altar antiguo, blanco, con cuatro columnas salomónicas y pinturas en los intercolumnios. (F. Llorca). Se trataba de la Capilla de San Cosme y San Damián, llamada de los Médicos, por ser esa la profesión de los santos.
Así continuó hasta 1967, cuando se comenzó la recuperación del Conjunto Histórico, reedificando la actual capilla, en armonía con la adyacente capilla de la Inmaculada o Capilla Castrense, actualmente de la Pasión, obra gótica del arquitecto Pere Balaguer.
A esta Capilla de San Josemaría se accede por un arco apuntado, similar al de las capillas del lado sur, pero con descarga sobre robustas columnas adosadas al muro. La planta es rectangular, de cinco metros de longitud por cuatro de profundidad, va cubierta por bóveda de crucería, cuyos nervios de piedra convergen en una clave central y se sustentan en sus respectivos capiteles de apeo, sin decoración añadida a la talla. La sencilla clave circular enmarca una cruz de extremos redondeados que se adapta a su forma.
Al lado del Evangelio, incrustada en el muro, estaba la lápida del gran Castellán Don Manuel de Sada, cuyos restos, como explica la documentación que existe en el Archivo Regional, fueron trasladados a Zaragoza.
Este personaje, fue Gran Castellán de Amposta, Castellanía de la Soberana Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén, actualmente llamada Orden de Malta, de la que dependía la Encomienda de Torrente (Valencia), y Capitán General de los Reinos de Valencia y Murcia. Falleció el 2 de Febrero de 1764, habiendo dispuesto en su testamento “que su cuerpo fuese depositado interinamente en la iglesia de San Juan del Hospital, que lo es propia de dicha Religión en la Ciudad de Valencia”. Cfr.: LLORCA, F. “San Juan del Hospital de Valencia”, pág. 86.
Actualmente, la losa sepulcral puede verse en la Capilla de los Confesionarios, al fondo de la iglesia.
En el centro de la capilla se ha colocado una imagen en bronce de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, que fue el impulsor de la recuperación para el culto cristiano de este templo, que se hallaba en estado ruinoso en la década de los sesenta del siglo pasado. En 1972 san Josemaría visitó esta iglesia y consagró el altar mayor.
Esta escultura es obra del escultor Rafael Huerta Celaya; pesa 200 kg., mide 1’85 m. de alto más 4 cm. de pie-base. El pedestal, de piedra caliza, pesa 1.000 kg y mide 84 cm. de alto. La caracteriza el tamaño de las manos, algo mayor que el natural, en actitud de bendición y acogimiento, como quiso resaltar el escultor. Una replica en bronce, del mismo molde, se ha llevado a una iglesia de Melbourne, Australia.
San Josemaría Escrivá de Balaguer, nació en Barbastro (Huesca) el 9 de junio de 1902.
Recién ordenado sacerdote en Zaragoza, el 28 de marzo de1927, se trasladó a vivir a Madrid donde fundó el Opus Dei el 2 de octubre de 1928. San Josemaría vivió en Roma desde 1946, donde falleció el 26 de junio de 1975.
El Romano Pontífice, san Juan Pablo II, lo beatificó en mayo de 1992 y lo canonizó el 6 de octubre de 2002, en la Plaza de San Pedro. Su fiesta se celebra el 26 de junio.
El Opus Dei es una prelatura personal de la Iglesia Católica, cuya misión es contribuir a la misión evangelizadora de la Iglesia difundiendo la llamada universal a la santidad en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes familiares y sociales de la vida ordinaria.
San Josemaría tenía una especial devoción hacia San José, padre y protector de Jesús, que encarnaba estas virtudes de trabajo y santidad en la cotidianidad de la vida en Nazaret. Puso bajo su protección el Opus Dei. Por ello en la capilla a él dedicada se ha colocado un óleo que representa a San José, pintado con muy buena técnica, en 1825, por Pérez Martín.
Así, al visitar este espacio dentro del recorrido del monumento, nos vendrán a la mente estas palabras tan útiles, también para el día a día, de San Josemaría en su libro “Forja”: “Mira cuantos motivos para venerar a San José y aprender de su vida: fue un varón fuerte en la fé; sacó adelante a su familia, -a Jesús y María- con su trabajo esforzado; guardó la pureza de la Virgen, que era su esposa y respetó – amó – la libertad de Dios, que hizo la elección, no solo de la Virgen como Madre, sino también de él como Esposo y Padre”.