El cuarto tramo de la nave de la iglesia de S. Juan del Hospital es singular. Aparentemente igual a los otros, pero no es así.

Su bóveda es de piedra, de sillares, original del s. XIII, tal y como se construyó. Sus muros aun guardan las marcas de los canteros y sobre todo las huellas de algunas construcciones anteriores que ya no existen y que fueron aprovechadas para situar el primitivo coro: “sobre la puerta de entrada…”, como describe un viajero de siglos posteriores.

¿Puerta de entrada? ¿Otra puerta de entrada?

Entre los recios contrafuertes que lo sustentaban había, en el lado norte, otra puerta románica similar a la que aún existe en el segundo tramo y que es tan conocida, pero ésta segunda desapareció durante los bombardeos de 1812, dirigidos por el General Suchet.

¿Tan cerca una puerta de otra? ¿Por qué? Pueden verse ambas con toda claridad en los planos de Mancelli y Tosca, dibujados en los siglos XVII y XVIII.

En el espacio simétrico frente a la puerta, en el lado sur, se habilitó una capilla, también entra contrafuertes, similar a las que tiene a cada lado. Solo similar, pues la distinguen varias curiosidades.

El muro del fondo, también de sillares de piedra, es irregular, oblicuo en la parte interior y formando un marcado ángulo en su traza exterior. Si, a dos tercios de su longitud total, se dobla bruscamente hacia dentro y deja un hueco triangular de casi 90 cm. de profundo que daba al patio sur. No puede ser casual ni un error. Responde a un uso necesario y funcional.

Todo ese cuarto cuerpo de la construcción primitiva del recinto hospitalario, debió ser el hospital propiamente dicho. Con dos alturas, para la separación de enfermos: posiblemente infecciosos en la parte superior, o mujeres y hombres, separados. A la planta elevada se accedía por un hueco común a los dos pisos en la obra de fábrica, o bien servía para subir víveres y ropas con una polea: el hueco triangular del muro exterior.

Pero volviendo a la capilla, también cabe destacar en ella su rasgada ojiva, de la que solo se percibe un pequeño ventanal en lo alto. Fue cegada, en las reformas neoclásicas, pero aún mantiene la traza original, igual a la de la capilla de S. Miguel Arcángel. Ambas del s. XIII.

También es interesante saber que en la bóveda de piedra, de este tramo de la nave, uno de los sillares tiene una inscripción: “Se renovó esta iglesia en 1704”.

Fue el momento del recubrimiento neoclásico de casi todas las iglesias valencianas, y determina como lo que empezó Juan Perez Castiel en 1686 con la construcción barroca de la preciosa capilla de Sta. Barbara, fue avanzando, ya con aires neoclásicos, hasta enmascarar toda la iglesia.

Actualmente un interesante retablo del s. XIV-XV le da nombre: Capilla de San Pedro, ya que la tabla central del mismo representa al apóstol, revestido con sus atributos: las llaves y la tiara.

De autor desconocido puede datarse en torno al siglo XIV-XV. Las tablas son de madera de pino; la técnica utilizada es temple sobre tabla, estofado y dorado.

El retablo se compone de cuatro piezas de madera de la misma época, las tres inferiores del mismo tamaño, ensambladas y dispuestas en tres calles y tres cuerpos. La cuarta, menor, forma el ático. Toda la iconografía posee un gran encanto por su ingenuo dibujo.

En la tabla central la imagen sedente de San Pedro sostiene simbólicamente en sus manos las Llaves del Reino, en gran tamaño. La técnica de ésta figura es de mayor calidad que el resto del retablo.

A ambos lados, separadas de ella por la crestería dorada, hallamos dos escenas en cada calle del retablo:

    • Lateral derecho del retablo, izquierda del que lo contempla, el cuerpo superior muestra la Anunciación de Nuestra Señora: el soplo de Dios Padre impulsa la paloma del Espíritu Santo hacia María.

En el cuerpo inferior se representa la Natividad. Puede observarse la posición del Niño Jesús, en el suelo, depositado sobre el manto de su Madre; este sugerente detalle es muestra de las variaciones que se han ido sucediendo en la representación del Misterio de la Natividad, desde el Jesús Niño mayestático, depositado en el pesebre, a Jesús-Hombre cercano, niño, en brazos de María.

  • Lateral izquierdo, la Ascensión del Señor a los Cielos ocupa el cuerpo superior, con la huella de los pies de Cristo sobre la roca. La solución perspectiva de los restos alzados al cielo es curiosa.

En el cuerpo inferior contemplamos la Adoración de los Magos. Ya con inclusión de los tres clásicos.

La cuarta tabla, situada en el ático, representa a Cristo en la Cruz, con la Virgen y San Juan, culminación del Misterio de la Redención. Carece de la predela que sin duda debió poseer.

La tabla en saledizo que forma la polsera o guardapolvo, es posterior, fue añadida como protección. Está policromada en suaves tonos azulados y rosados, con dibujo muy interesante. Parece proceder de una techumbre gótica y ha sido muy bien restaurada en su estructura actual por la Conselleria de Cultura, a través del Instituto Valenciano de Conservación y Restauración de Bienes muebles. Se consideró mejor su actual colocación, separada del retablo, ya que es de época posterior, s. XV-XVI.

Para devolverlo a su lugar original se procedió a colocar un armazón metálico de aluminio que evitara la humedad del muro en las tablas del retablo.

Este retablo de sobria factura, guarda similitud de estilo con el arte del Alto Aragón o “Aranes”: los fondos planos, el ropaje de las figuras prácticamente igual, anatomías muy parecidas, detalles del estofado e dorado  del mismo taller… hasta la cresteria es casi la misma.

En las imágenes podemos ver el estado primero del retablo y su restauración y colocación, Mas algunos detalles de parecido con otros retablos y de su ingenuo trazo.