ARTÍCULO DE VALENCIABONITA.COM. Publicado el 11 de Sept 2017.
- Hoy hablamos de la vida de la emperatriz Constanza II de Hohenstauffen, quien trajo la devoción a Valencia por Santa Bárbara (patrona de, entre muchos, los pirotécnicos), y que sus restos, por desgracia, corrieron un triste final durante la Guerra Civil española.
El antiguo cementerio medieval de la iglesia de San Juan del Hospital, conocido comúnmente como Patio Sur, esconde una pequeña joya que, quizás, muchos desconocen.
Como muchos sabéis ya, el patio sur es el único cementerio medieval urbano que conserva la ciudad de Valencia y su capilla es única en Europa, donde tan solo hay otra como ella en la ciudad belga de Brujas.
Pero hoy no hablaremos de dicha capilla, sino de la llamada cripta de Santa Bárbara y de una arqueta (sepulcro) situada en una capilla del interior de la iglesia de San Juan del Hospital. Sobre la cripta, podemos decir que está ubicada a la entrada del mencionado patio y junto a la mole que forma la capilla de Santa Bárbara que podéis visitar en el interior de la iglesia. Resulta curioso, además, que en el subsuelo de éste patio se encuentran elementos pertenecientes a culturas anteriores, como son la espina del circo romano (que está cerrada pero que podéis “ver” gracias a una línea imaginaria) y una pequeña fuente islámica.
La cripta, una de las protagonistas de nuestro artículo, en origen fue el lugar donde estuvo enterrada la emperatriz Constanza II de Hohenstauffen (1230-1307), también conocida como Constanza de Grecia o Constanza Augusta Emperatriz Romana de Oriente, hija ilegítima de Federico II y de Bianca Lancia, y viuda del emperador de Bizancio Juan Ducas Vatatzés, conocido como “Vatacio el Herético” o Juan III de Nicea, con quien casó, la emperatriz, a la edad de 14 años con este último.
Constanza llegó a Valencia, podría decirse, huyendo de las calamidades que sufría desde la muerte de Vatacio, dado que fue encerrada en una prisión siciliana y, más tarde, perseguida por su hijastro el emperador Teodoro Láscaris, momento en el cual decide embarcarse, casi de limosna y enferma, rumbo a una Valencia recién conquistada por Jaime I, al que le unían vínculos familiares.
Doña Constanza tuvo lepra, enfermedad que en aquellos tiempos no perdonaba a las emperatrices, y que Santa Bárbara curó milagrosamente a su devota en la ciudad de Valencia. La contrajo en los años que estuvo encerrada en prisión siciliana.
La historia de la curación explica el origen de la devoción a Santa Bárbara en Valencia, tal y como también podemos observar en la web de San Juan del Hospital. Resulta que pasando la emperatriz junto con su palafrenero (criado que lleva del freno el caballo) por la iglesia de San Juan del Hospital, el caballo indicó tercamente con la cabeza un lugar en el suelo, en el que, excavando, apareció una imagen de Santa Bárbara. Constanza lavó la imagen en un barreño y después, con la misma agua, se bañó el cuerpo, sanando así milagrosamente la lepra. En agradecimiento a su milagrosa curación, ella mismo mandó erigir en honor a Santa Bárbara una capilla en en el lateral sur del presbiterio.
La emperatriz, que profesaba una gran devoción a la mártir, propagó por diversos lugares la figura de la Santa Bárbara de Nicomedia, actual patrona de los Armeros, Fundidores, Mineros, Prisioneros, Ingenieros de Caminos, Canteros, Artilleros, Bomberos, Ejércitos, Campaneros (una campana de la Catedral de Valencia tiene como nombre Bárbara, en concreto “La Barbera”, del año 1681 con 526 Kg.), Pirotécnicos y poblaciones como Faura, Casinos, Catadau o Moncada, donde además es tradición que la Fallera Mayor de Valencia acuda con su corte a rezarle.
La virgen y mártir cristiana del siglo III sufrió el mismo martirio que el de San Vicente Mártir: fue atada a un potro, flagelada, desgarrada con rastrillos de hierro, colocada en un lecho de trozos de cerámica cortantes y quemada con hierros candentes. El rey Dióscoro la envió al tribunal, donde el juez dictó la pena capital por decapitación. Su mismo padre fue quien la decapitó en la cima de una montaña, tras lo cual, al bajar de esta, un rayo lo alcanzó, dándole muerte también.
Se sabe, además, que según la tradición que se remonta a la mitad del siglo XIII, y que se avala con documentación y bibliografía, Constanza se trajo a Valencia la columna donde fue martirizada la mártir, una piedra de la que brotó el agua y que sirvió para el bautismo de Santa Bárbara, milagro que tuvo lugar en Nicomedia (Asia Menor) en el siglo III, y un hueso, al parecer del brazo de la santa, conservado en un tubo de cristal con cierre de plata en sus dos extremos, en uno de los cuales se grabaría posteriormente el escudo de la Orden de Malta, siendo todas donadas por la emperatriz a la iglesia de Valencia.
Con los años, y todavía en Valencia, ya que vivía en el desaparecido Palacio del Real, la emperatriz dispuso ser enterrada en San Juan del Hospital rechazando que se hiciera en el panteón real del monasterio de Sijena, tal y como manifestó en su testamento, donde cumplió su deseo a su muerte el 15 de abril de 1307, trasladándose sus restos a la citada capilla que mando construir, lugar donde también estaba la mencionada cripta que podéis ver en la siguiente foto (además del pudridero, ambos recuperados pero no visitables de momento) y, en su parte exterior, una fuente a la que el pueblo valenciano podía acceder todos los 4 de diciembre, festividad de la Santa.
Como hemos dicho anteriormente, la cripta fue en origen el lugar donde estuvo enterrada, pero que con los siglos la Real Cofradía de Santa Bárbara trasladaría sus restos mortales a una urna de madera en la ya por entonces reformada Real Capilla de Santa Bárbara (el nombre de real lo recibe por orden de Carlos II, quien otorgó este título por ser Constanza la fundadora y por ser los Reyes de Aragón benefactores de la misma, aunque siglos atrás, su sobrino y heredero, el rey don Jaime II el Justo, ya concedió dichos honores a la antigua capilla y lugar donde estuvo enterrada), siendo, además, también enterradas, en una oquedad excavada en el contrafuerte, las reliquias de la Santa que trajo a Valencia. Todo esto sería en 1696 y con la autorización del rey Carlos II, todo ello tras reformarse y adaptarse, años atrás, la capilla al gusto barroco, siendo la obra finalizada en 1689 por el arquitecto barroco Juan Pérez Castiel, lugar donde, no hemos mencionado, se encuentran también la cripta funeraria del gremio de los sastres (siglo XIII) y el vaso funerario de los Joan-Torres antiguos titulares de la capilla.
Ya en el siglo XX, y por la situación lamentable en que se encontraba el templo de San Juan del Hospital en el año 1939, la Real Cofradía de Santa Bárbara solicitó del párroco de la iglesia de San Esteban Protomártir, autorización para que en una de sus capillas se pudiera seguir practicando el culto a Santa Bárbara provisionalmente. Así se hizo durante unos años y fueron dejadas en depósito en dicha parroquia las reliquias de la columna-reliquia y pila hasta 2002.
“Real Cofradía de Santa Bárbara Virgen y Mártir de la iglesia de San Juan del Hospital. Piedra de la que según la tradición brotó milagrosamente el agua que sirvió para el bautizo de Santa Bárbara. Donativo de la que fue Emperatriz Constanza de Suavia. Propiedad de la Cofradía.
“Columna y pila de piedra utilizada como soporte de la que según la tradición brotó milagrosamente el agua para el bautismo de Santa Bárbara. Adquiridos y propiedad de la Cofradía que las mandó labrar a sus expensas.”
Inscripciones que pueden verse en la sección de la columna y la pila de piedra que trajo Doña Constanza desde Nicea, y que fueron puestas por los cofrades.
Respecto a la otra protagonista de nuestro artículo, la citada urna de madera o arqueta a la que fueron traslados los restos de Constanza, ésta se encuentra suspendida en la pared derecha de la Real Capilla de Santa Bárbara, donde permaneció durante siglos, aunque la que ahora puede verse es una réplica fiel de la que fue profanada, a pesar de que allí puede leerse lo siguiente:
Aqui yaçe Dª Sostaça Augusta / Emperatriz de Grecia.
La explicación reside en que, tal y como nos comentan desde el archivo de San Juan del Hospital, de palabras de Margarita Ordeig Corsini, Directora técnica del Museo del Conjunto Hospitalario de San Juan del Hospital de Valencia, se hizo una reproducción gracias a las fotografías y descripciones históricas de historiadores, donde nos aportan datos curiosos, como que la madera utilizada es muy antigua y el forro aún más.
Nos indican, además, que dicha reproducción de la arqueta se hizo a escala rigurosa del original, pero que, por desgracia, la pequeña urna está vacía completamente, ya que los restos se esparcieron por el patio, a excepción del cráneo, que se colocó, a modo de adorno, en el morro delantero de un coche. Triste final para los restos Constanza de Hohenstauffen, la emperatriz bizantina que trajo consigo la devoción de Santa Bárbara a Valencia. Bien no lo merecía.
Además, en la misma capilla había un cuadro de Constanza vestida de valenciana, con traje de época, en actitud orante ante Santa Bárbara, pero que fue sustraído también durante la profanación en la Guerra Civil española. Quizá, no se sabe, corrió la misma suerte que el retablo original de la capilla, que fue quemado en la Guerra Civil, donde el que ahora preside la capilla fue traído desde tierras palentinas en tiempo de posguerra.
Por último, ya que hemos hablado de Santa Bárbara, cabe mencionar que entre las estaciones de Metro de Alameda y Colón hay una figura de Santa Bárbara, que en este caso fue puesta por ser patrona de los mineros y tuneladores. A pesar de no ser la “protectora oficial” de la Valencia subterránea, es casi imposible encontrar otra figura más que pueda proteger las entrañas de la ciudad.
Dicha figura fue instalada en este lugar en las construcciones de este tramo de túnel allá por 1994 para dar gracias al término de la perforación, además del motivo de santa devoción y protección futura para aquellos que utilizaran aquel lugar, siguiendo, pues, la costumbre tradicional en las minas. Sin embargo, no fue hasta 2013 cuando se supo de su existencia por pura casualidad gracias a un usuario del metro que se percató de la pequeña imagen iluminada desde uno de los trenes en marcha.