Desde esta semana, una pintura, que según la tradición oral de la familia donante es de Ribera, uno de los grandes maestros del barroco europeo, ha sido añadida permanentemente a la iglesia de San Juan del Hospital de Valencia. El óleo sobre lienzo de gran formato (288 x 266 cm) representa el momento previo al martirio de una joven santa.
Donada por una familia que la ha conservado durante generaciones, esta obra enriquece el patrimonio accesible al público, destacándose por el dramatismo de la escena, el uso del claroscuro y la expresividad propia de Ribera.
La obra ha sido objeto de diversas intervenciones de conservación a lo largo del tiempo. La restauración más reciente fue llevada a cabo por Vicente Ripollés, reconocido restaurador y conservador del patrimonio de la Fundación Bancaja, mientras que el marco fue restaurado por el ebanista Sambonet.
Un encargo con siglos de historia
Sobre la procedencia original del cuadro, la familia donante no puede determinar con certeza su origen, aunque conserva dos posibilidades en su memoria familiar. Una de ellas apunta a que la obra pudo ser un encargo realizado por su antepasado Nicolás Cotoner de Oleza (Mallorca, 1608 – Malta, 1680), Gran Maestre de la Orden de Malta en el siglo XVII, para el Palazzo Cottonera, residencia mallorquina en La Valeta. La otra hipótesis es que formara parte de la notable colección privada de otra rama de la familia. En el primer caso, la llegada de esta obra a la Iglesia de San Juan del Hospital, fundada en el siglo XIII por esta misma orden sanjuanista, representaría un retorno simbólico a sus orígenes, cerrando un círculo de espiritualidad, arte y tradición que conecta siglos de historia en un mismo espacio sagrado.
José de Ribera, el maestro del dolor humano
Nacido en Xàtiva en 1591 y establecido desde joven en Italia, José de Ribera —apodado “El Españoleto” por su baja estatura— alcanzó gran renombre en Nápoles, donde fue pintor de corte del virrey. Supo fusionar la intensidad del tenebrismo de Caravaggio con una profunda carga espiritual, y se destacó por su capacidad de representar el sufrimiento, la mística y la dignidad de los santos cristianos.
El fuego que no consume: imagen de pureza y fe
El cuadro se inscribe en el tenebrismo contrarreformista. La santa, iluminada de manera sobrenatural, se encuentra arrodillada sobre unas brasas prendidas, con las manos entrelazadas sobre su pecho, mientras dirige su mirada hacia el cielo, donde se halla un ángel, como mediador celestial, y querubines. La escena no representa su martirio, sino un milagro. Las llamas rodean a la santa sin consumirla, ni su larga cabellera que baja hasta el fuego ni sus vestiduras se han quemado. La mártir encarna el ideal de pureza incorruptible al no mostrar signos de sufrimiento, que contrastan con el soldado vencido por el fuego que se tapa la cara para poner más leña, situado en la parte inferior. En el margen izquierdo, el centurión romano vestido con manto púrpura extiende su brazo en un gesto acusador, que conduce nuestra mirada hasta la figura del verdugo, quien sostiene entre sus manos la daga con la que llevará a cabo la decapitación de la santa. La escena la contemplan numerosos testigos, y al fondo se aprecian las lanzas de la tropa romana.
Durante tres generaciones, la familia donante ha atribuido, este cuadro devocional a santa Quiteria, aunque por la configuración visual del milagro y los elementos iconográficos, es posible identificarla con santa Inés, ampliamente difundida como modelo moral durante la Edad Moderna.
Una aportación de gran valor al patrimonio valenciano
Aunque la autoría de Ribera, la identidad exacta de la santa y la procedencia original no están certificadas de forma definitiva, la obra muestra una calidad artística e histórica indiscutible. Su instalación en la capilla dedicada a San Josemaría dentro de la Iglesia de San Juan del Hospital brinda un nuevo espacio para la devoción, el estudio y la contemplación estética.
La Iglesia de San Juan del Hospital acoge ahora una obra de profundo contenido espiritual y valor patrimonial. Su incorporación supone un retorno simbólico a los orígenes espirituales y artísticos que la inspiraron, cerrando un círculo que conecta siglos de fe, tradición y belleza.
Las incógnitas que aún rodean la obra abren además interesantes líneas de investigación para historiadores del arte, devotos y amantes del patrimonio.

