Augusto Cruañes Cruañes, Capellán de la iglesia de San Juan del Hospital de Valencia, pertenecía al clero la prelatura del Opus Dei. Nació en Jávea en 1942. Pidió la admisión en el Opus Dei en 1963, y trabajó como periodista hasta que en 1988 el prelado del Opus Dei le llamó al sacerdocio. Desde esa fecha ejerció su trabajo ministerial en la iglesia de san Juan del Hospital de Valencia. Era Doctor en Ciencias de la Información y en Derecho Canónico. Su fallecimiento se ha debido a un cáncer inoperable que se le descubrió recientemente. Estaba muy bien preparado, y se ha ido al cielo muy tranquilo y con mucha paz, bien acompañado por los suyos.
El gran maestro de periodistas, Carlos Soria, afirmaba que el periodismo es la mejor profesión del mundo. Así lo pensaba el bueno de Augusto en aquellos años de ejercicio de su profesión, con una gran pericia profesional y un hacer muy humano. Al mismo tiempo profundizaba en lo que es el periodismo con diversos tratados.
Un día descubrió algo en que yo disiento con el gran maestro Carlos Sonia. Es verdad y para el profesor Soria la mejor profesión del mundo es el periodismo. pero para mí esta afirmación es cierta si se tiene en cuenta que la mía, la sacerdotal, es todavía mejor.
Cuando Augusto recibe la llamada al sacerdocio por parte del entonces prelado del Opus Dei, el ahora beato Álvaro del Portillo, se dio cuenta de esta afirmación mía. Pocos días después de haber sido ordenado sacerdote un amigo suyo le preguntó si no le da pena dejar el periodismo. D. Augusto con esa sonrisa suya le contestó: “mira sólo con la confesión qué he recibido desde que me he ordenado ya ha valido la pena ser sacerdote”.
Desde entonces Augusto hizo realidad aquellas palabras del fundador del Opus Dei referidas aquellos miembros de la Obra que después de ejercitar su profesión durante años reciben la ordenación sacerdotal. “Se ordenarán, para servir. No para mandar, no para brillar, sino para entregarse, en un silencio incesante y divino, al servicio de todas las almas”.
Si algo ha caracterizado ejercicio pastoral de don Augusto ha sido precisamente ese estar en un segundo plano, pasando oculto, en definitiva en ese silencio incesante y divino, al servicio de todas las almas. Durante estos días hemos podido presenciar el enorme cariño de tanta gente qué se ha beneficiado de la labor pastoral de don Augusto: tantas horas de confesionario, tantos sacramentos administrados. tantas visitas a los enfermos. tantas aperturas de corazón que siempre han encontrado paz. Siempre en un segundo lugar, pero cuando la situación se volvía crítica, de modo discreto, aparecía don Augusto y resolvía el problema.
Gran experto en liturgia práctica él siempre actuaba de maestro ceremonias allí donde se encontrara. Todos sabíamos que la ceremonia se celebraría correctamente y con dignidad. Por eso Dios le habrá recibido con infinito cariño pues ha vivido con extrema delicadeza aquellas palabras qué aprendió de San Josemaría “Pienso que a las personas que ponen amor en todo lo que se refiere al culto, que hacen que las Iglesias estén digna y decorosamente conservadas y limpias, los altares resplandecientes, los ornamentos sagrados pulcros y cuidados, Dios las mirará con especial cariño, y les pasará más fácilmente por alto sus flaquezas, porque demuestran en esos detalles que creen y aman”.
Muchos tienen la sensación de que se han quedado como huérfanos ante la partida tan rápida de don Augusto. Pero sin embargo, tienen la certeza de que desde el del cielo intercederá de un modo muy particular por cada uno de nosotros y por San Juan del hospital.
Carlos Cremades Sanz-Pastor
Rector de la Iglesia San Juan del Hospital
“Jesucristo irá a su encuentro, para glorificar eternamente a quienes, en el tiempo, actuaron siempre en su nombre y en su Persona” San Josemaría Escrivá
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«Sirvan a Dios, sean buenos y háganlo con alegría, con constancia, con humildad. No se trata de aprender un oficio, sino de llevar a Cristo en el corazón para poderlo ofrecer sin reservas a los demás, especialmente a quienes más lo necesitan». Papa Francisco
«Ser sacerdote no vale la pena, vale la VIDA». Benedicto XVI
«Ser sacerdote es jugarse la vida por el Señor y por los hermanos, llevando en carne propia la alegría y las angustias del Pueblo, invirtiendo el tiempo en escuchar para sanar las heridas de los demás, ofreciendo a todos la ternura del Padre”, Papa Francisco.