En 1996 la Comisión Europea de Cultura aprobó un proyecto que se había presentó para restaurar el mausoleo barroco y recuperar la memoria de Constanza Hohenstaufen, hija de Federico II.
Fue un proyecto interdisciplinar, con implicaciones europeas y mediterráneas, tanto por el personaje en si, como por la trayectoria de su vida y la de la orden religioso-militar que acogió su sepultura, la del Hospital de San Juan de Jerusalén.
En 1996-97 comenzaron las excavaciones en el Patio Sur de San Juan del Hospital, en el antiguo patio de la Cofradía de Santa Bárbara; mausoleo de la Emperatriz Constanza de Grecia.
Se buscaba su primer enterramiento que se adivinaba a partir de lo que quedaba de un primitivo arco-solio, anexo a lo que parecía un “vas” sepulcral, el pudridero, pero… ¡apareció una cripta!. Una cripta de considerable tamaño. Y al profundizar, se llegó a un muro de mampostería, de unos 50 cm. de grosor y enlucido en uno de sus lados y en el otro no.
Dividía lo que parecía el suelo de la cripta: a un lado del muro, mortero de cal con guijarros, al otro lado… arena y más arena.
Carlos Gómez Bellard, titular de arqueología de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Valencia y Enrique Dies Cusi, arqueólogo, director de la empresa Entorn para excavaciones arqueológicas, no lo dudaron, era romano.
Solicitaron la opinión de Albert Ribera, historiador y arqueólogo especializado en el periodo romano, que (con gran alegría) confirmó el hallazgo: era la spina del circo de la ciudad de Valentia, del s. III. ¡El buscado y controvertido circo romano!
Esa sección de piedras y relleno, estucada en su parte externa, confirmó lo que Ribera venía diciendo tiempo antes, la existencia de un gran circo que demostraba la importancia de la Valentia romana, eclipsada por la cercanía de la famosa Saguntum.
El otro muro de la spina, que discurriría paralelo al primero, se hallaba bajo el muro lateral este de la cripta, sirviendo de apoyo posiblemente.
Unos años después la prospección con el geo-radar permitió “ver” la situación y calidad de la materia apelmazada, que continuaba homogénea y firme durante una extensión considerable: la arena.
Entre las primeras capas se hallaron pequeños restos cotidianos de los habitantes de entonces: tarros de esencia o lacrimarios, copas, pulseras y cuentas de collar.
Tras unos años de limitación para visitar este hallazgo en San juan del Hospital, se abre ahora al público. Ha sido necesario proteger a los visitantes de una caída, y a la spina de ser pisada. Ha sido necesario pensar una iluminación adecuada, colocar cartelas explicativas, homologar los accesos, en una palabra: musealizar el espacio centenario.
Uno de los compromisos adquiridos con la Comisión Europea de Cultura fue ir recuperando el entorno del yacimiento. Como así se ha hecho a lo largo de estos casi veinticinco años.
Margarita Ordeig Corsini
Directora técnica del Museo del Conjunto Hospitalario de San Juan del Hospital de Valencia